La filosofía de Berkeley es el empirismo llevado al extremo. Si John Locke
había dudado sobre el conocimiento de los cuerpos, Berkeley va más allá. En su
juventud, Berkeley propuso que no se puede saber si un objeto es, sólo
puede saberse un objeto siendo percibido por una mente. Declaró que los
seres humanos no pueden conocer los objetos reales o la materia que causa
sus percepciones, sino que incluso las propiedades matemáticas son ideas
semejantes a las cualidades sensoriales. Por tanto, concluyó que todo lo que
puede conocerse de un objeto es su percepción del mismo, y resulta gratuito
suponer la existencia de una sustancia real que sustente las propiedades de los
cuerpos. Los conceptos abstractos de Locke no existen para Berkeley, ni en la
naturaleza ni en el espíritu, es una ficción. Las ideas siempre conservan su
particularidad. No es la abstracción, sino el lenguaje, lo que hace posible
extender observaciones particulares a lo general.
En consecuencia, los objetos percibidos son los únicos acerca de los que
se puede conocer. Cuando se habla de un objeto real en realidad se habla
de la percepción del objeto. Los cuerpos no son más que haces de percepciones.
Esto plantea la cuestión de si los objetos son objetivos en el
sentido de ser el mismo para diferentes personas, y, de hecho, si tiene
sentido el concepto de existencia de otros seres humanos más allá de la
percepción de los mismos. Berkeley argumenta que dado que experimentamos a
otros humanos cuando nos hablan—algo que no está originado por ninguna
actividad que emprenda el individuo que percibe—y dado que sus visiones del
mundo son consistentes, se puede creer en su existencia y que el mundo es
idéntico o similar para todos.
En consecuencia:
- Todo
conocimiento del mundo empírico se obtiene a través de la percepción
directa.
- El
error proviene de considerar en detalle las percepciones.
- El
conocimiento del mundo empírico puede purificarse y perfeccionarse
eliminando todo el pensamiento y quedándose sólo con las percepciones
puras.
De esto se sigue que:
- La
forma ideal del conocimiento científico se obtiene persiguiendo las
percepciones puras, sin intervención del intelecto.
- Si los
individuos actuaran de esta forma, seríamos capaces de conocer los
secretos más profundos del mundo natural y del mundo humano.
- La meta
de la ciencia, por tanto, es desintelectualizar las percepciones humanas,
purificándolas.
Berkeley es metafísico por cuanto afirma la existencia de una realidad
trascendente y la considera objeto de conocimiento. La realidad de los cuerpos
es su condición de ser percibidos y el que las percibe debe por tanto de
existir. Hay un espíritu que percibe y piensa, pero es la única clase de
sustancia, no hay una sustancia exterior al espíritu, como en la metafísica
tradicional. Algunas de las ideas que tiene este espíritu implican la
influencia de Dios para que se produzcan de forma coherente. Es decir, el mundo
material son las percepciones que Dios nos hace tener. Pero como Dios no puede
ser objeto de conocimiento, sólo las apariencias lo serán. Dios no sería
entonces el distante ingeniero de los mecanismos newtonianos que a lo largo del
tiempo causan el crecimiento de un árbol en el jardín de la universidad. En
lugar de esto, la percepción del árbol es una idea en Dios, y el árbol
sigue existiendo cuando aparentemente nadie lo percibe simplemente
porque Dios lo observa constantemente. Dios es, para Berkeley, el garante del
orden que se halla entre todas las ideas.
La filosofía de David Hume acerca de la causalidad y la objetividad es
una elaboración de otro aspecto de la filosofía de Berkeley. A medida que
progresó el pensamiento de Berkeley, pudo haber asimilado las teorías de Platón,
aunque no se sabe con seguridad. Luce, el considerado más eminente estudioso de
la filosofía de Berkeley del siglo XX, enfatizó con frecuencia la continuidad
de su filosofía en la madurez. Esto indica una continuidad entre los Principios,
Alciphron y el resto de las obras filosóficas de Berkeley. Además, el panenteísmo
inquebrantable de Berkeley es una evidencia que contradice una completa
asimilación del platonismo, y Alciphron es un desarrollo en lugar de una
revisión de cualquier trabajo previo. También contradice esta interpretación el
hecho de que Berkeley volviese a publicar sus libros pocos años antes de su
muerte sin realizar cambios importantes.
En relación a la física newtoniana, Berkeley le concedió un carácter únicamente
utilitarista. Para él, las herramientas matemáticas empleadas en la elaboración
de la física de su tiempo son otra clase de ideas no-generales. Ejemplificó
este extremo señalando que al pensar un triángulo no se opera sobre una idea
abstracta y general del triángulo, sino que la idea pensada viene siempre
aparejada de un triángulo cualquiera, sosteniendo por lo tanto su realización
particular en la mente. En consecuencia, las tesis científicas son construcciones
matemáticas que predicen resultados más o menos adecuados a lo percibido, no
obstante careciendo de una aprehensión de la esencia de tales cosas. Por otro
lado, Berkeley rechazó los conceptos absolutos en la física, presintiendo una
visión relativista de la realidad que llegaría más recientemente con Ernst Mach.
Refiriéndose a la filosofía de Berkeley, Samuel Johnson le propinó una
patada a una roca exclamando Lo refuto así. Un empirista podría replicar
que la única cosa que Johnson conoció de la piedra fue lo que vio con sus ojos,
oyó con sus oídos y sintió con su pie. Así que la existencia de la piedra
consistía únicamente en las percepciones de Johnson. Podría ser que
Johnson hubiera pateado en realidad un tocón inusualmente gris, o puede que le
diera un ataque súbito de artritis justo cuando iba a darle una patada a un
trozo de hierba con una roca pintada. Lo que la piedra realmente era,
aparte de las sensaciones que pudo experimentar o las representaciones mentales
que se hiciera, le sería, de esta forma, completamente desconocido. La roca
existiría, en última instancia, como una idea de su mente.
El Tratado de Berkeley se publicó tres años antes de la aparición
del Clavis
Universalis de Arthur Collier, que desarrollaba ideas
semejantes. Sin embargo, al parecer ninguno de los dos influyó al otro.